Por: Huáscar Adrián Cajías Cueto
Muchas sensaciones encontradas provoca la evocación de esta celebración denominado Día del Rock, la más fuerte tal vez, sobre su existencia con más de 50 años y que marcó la agenda cultural de varias generaciones de millones de jóvenes.
Desde mis años
de adolescente, la actitud motor del género fue la contrariedad con el mundo
adulto, en efecto, ellos decían blanco, yo negro o psicodélico. También
existiendo lo díscolo entre las sub-corrientes; claro, existía ya esa
divergencia entre los que gustaban del metal hair hasta lo más extremo en
contraste con los que preferían el más clásico de dos décadas antes, siendo
hijos de una misma madre, el Rock n Roll.
Subrayando, no
concibo hasta la fecha independencia entre ambos. Es tautología, perenne
reflexión, que su rebeldía fue siendo absorbida de manera irremediable por la
industria, la cual califica la sustancia de mercancía transable y la que no, es
decir volviéndose dócil, acorde a las corrientes políticas y filosóficas más
conservadoras.
El mercado
transformó de acuerdo a sus designios, la evidencia que es una veta económica
segura los viejos roqueros que viven de sus años juveniles siendo los
megaeventos generacionales, conciertos, una veta económica única, la renta
vitalicia ventaja otorgada por aquellos que sudan nostalgia y nada más. En esta
senda, el género fue sustituido por las masas, y no al revés, es que el rock
también dio curso a su propia trivializacion.
El Rock al ser
producto cultural del capitalismo también agotó su sustancia mercantil, dado el
ciclo de vida del producto, como todo bien de consumo y fue relevado por otro
elemento juvenil, dejando lo viejo para el que añora, para el que piensa que lo
"viejo fue mejor".
Somos como el
vino, como justificaba un amigo, mientras más añejo mejor, esperando que no sea
solo un aderezo de ensalada, sin ese gen sustancial, lo renovado. Estamos en el
tiempo de fetichizar el pasado mediante modas y los artilugios comunes que se argumenta
en su favor es variado ; que lo sucio y antiguo fue mejor o que tiene magia,
siendo la negación de apreciar lo relativo, mientras la industria aprecia esto
como una forma regenerarse.
Somos
consumidores de un producto que no gesta epopeyas, que vive de su glorioso
pasado y es asimismo peligrosamente conservador.
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