La galaxia barberiana se ha extendido por más de cuarenta años en los intersticios de la compleja y a veces contradictoria realidad de la comunicación y la cultura popular, donde los procesos de masificación, la identidad y el poder se entrelazan con los movimientos sociales, los medios de comunicación y las entramadas mediaciones.
Corría el año 1999 y por vez primera nuestro país se aprestaba a vivir el más grande acontecimiento académico que reunía a las voces más relevantes de la investigación en comunicación de Latinoamérica. La Universidad Católica de Cochabamba organizó el evento junto a la de La Paz y la Universidad Andina Simón Bolívar que había abierto hace pocos meses sus puertas en la sede de gobierno; estas instituciones de educación superior tuvieron que alquilar el gigantesco salón de eventos del Club Social Olimpic, ubicado en la calle México, cerca de la plaza Colón, en Cochabamba, para recibir a más de un millar de participantes que llegaban de todas las latitudes de América. Una multiplicidad de acentos delataba a la gente que venía de Brasil, Argentina, Chile o Uruguay, así como investigadores de La Paz, Santa Cruz, Tarija y Oruro se disponían a poner a prueba sus hallazgos.
Esta fauna académica, conformada por estudiantes, profesores universitarios e investigadores cargaban sus ponencias y algunos textos de consulta. Los hoteles, que para ese año eran muy reducidos en la Llajta, se encontraban repletos de asistentes, tal cual se tratara de la fiesta de la Virgen de Urkupiña o el Corso de Corsos, ambos ritos paganos y populares que anualmente movilizan a miles de feligreses y bailarines. Pero no era nada de eso, los asistentes a este congreso de comunicación esperaban la llegada del comunicólogo colomboespañol Jesús Martín-Barbero, el rockstar de la comunicación.
Martín-Barbero, invitado principal del evento, llegó provisto de una infinidad de conceptos nuevos y controversiales, trajo creativas formas para abordar los procesos de comunicación y sus matrices culturales que, hasta ese momento, los análisis de contenido, la estructura de propiedad de los medios y sus mensajes alienantes ejercían una morbosa ideologización de los estudios de los medios de comunicación, resabios de una mal comprendida y poco leída Escuela de Frankfurt y su Teoría Crítica que pregonaba la aristocrática intelectualidad de sus autores.
Se tuvo que improvisar un auditorio que para entonces era una cancha de básquet o más bien un salón de baile, el ambiente ardía de calor e ideas: las del maestro Barbero por supuesto, que, para ese momento, cual mago y clarividente tenía hipnotizada a su audiencia, como si se tratase de muñecos en trance cognitivo para inocular, vía abstracción, los nuevos ángulos de reflexión de la “ciencia” de la comunicación humana.
De la misma forma que en sus coloquios de la última década, el Martín-Barbero de finales de los 90 encaraba apasionado sus ideales, imperativo en la exposición de sus conceptos, acompañado por su abulense pronunciación proporcionaba en tono ceremonial sus conferencias, hablaba pontificando, cual cura formado en los principios de la Teología de la Liberación y al mismo tiempo renegado de la Iglesia Católica. Ese día, en Cochabamba, sus reflexiones giraban en torno a lo que él consideraba la formación del campo latinoamericano de estudios de la comunicación, compuesto por un movimiento cruzado de dos hegemonías: la del paradigma informacional/instrumental, procedente de la investigación norteamericana, y de la crítica ideológica y denuncista en las ciencias sociales latinoamericanas.
¿Fue Jesús Martín-Barbero quien iluminó los estudios de comunicación en América Latina?
La Mass Communication Research norteamericana fue la escuela más influyente de estudios de comunicación. Impuso su modelo de análisis comunicacional en gran parte del mundo, esta corriente hizo circular sus trabajos desde mediados de los cuarenta hasta muy entrados los años sesenta, sustentando una serie de investigaciones empíricas que daban cuenta de la influencia de los medios de comunicación en la opinión pública. Para estos estudiosos los medios son todopoderosos y tienen la capacidad de generar efectos directos en la audiencia y la sociedad.
La reacción a esta corriente se originó en la Escuela Crítica Latinoamericana de Comunicación, tal la clasificación del estudioso brasileño José Marques de Melo, esta escuela surge de forma espontánea; huérfanos de un centro que financie sus investigaciones, sus integrantes fueron una suerte de intelectuales aislados, “francotiradores” que denunciaban la penetración imperialista norteamericana. Sus primeros disparos fueron directo a quemarropa e hicieron impacto en toda la estructura del sistema dominante, exigiendo mayor equilibrio en el flujo de noticias, mediante un Nuevo Orden Mundial de la Comunicación y la Información. Toda esa “batalla” ideológica de estudios mediáticos estuvo concentrada en los efectos de los medios y su influencia en la sociedad, extendiéndose hasta muy entrados los años 80.
Esta tradición, la de comprender la comunicación como sinónimo de medios de comunicación, hace que Jesús Martín-Barbero transforme las preguntas de investigación para el abordaje de los estudios de comunicación, invirtiendo los enfoques de exploración, es decir pasar: del estudio de los medios al estudio de las mediaciones, que se convertiría, al casi finalizar la década, en el libro más leído no solo por comunicólogos, sino por gran parte de investigadores de las ciencias sociales.
Los efectos de un escalofrío visual
Según cuenta Martín-Barbero en entrevistas concedidas a periodistas e investigadores y narrado con lujo de detalles en Ver con los otros(2017), uno de sus últimos libros; el autor de Comunicación masiva: discurso y poder cuenta que el quiebre cognoscitivo que le permitió darse cuenta del giro epistemológico que debía seguir sus investigaciones futuras se produjo durante la proyección de la película La Ley del monte en el cine México de la ciudad de Cali en Colombia, donde junto a otros colegas fueron a ver el filme protagonizado por el charro mexicano Vicente Fernández. Se trataba de un melodrama lacrimógeno que, desde su postura intelectual, debía ser visto en clave de humor.
Tras varias escenas de amor y cursilería, los investigadores se echaron a reír a carcajadas, la platea se encontraba completamente llena, y, al cabo de pocos minutos y muchas más algazaras, dos hombres se les acercaron y les dijeron: ¡“O se callan o los sacamos!”. A partir de ese instante y hundido avergonzadamente en su butaca, Jesús Martín-Barbero reflexionó: “me dediqué a mirar no la pantalla sino a la gente que me rodeaba: la tensión emocionada de los rostros con que seguían los avatares del drama, los ojos llorosos no solo de las mujeres sino también de no pocos hombres. Y entonces, como en una especie de iluminación profana, me encontré preguntándome: ‘¿Qué tiene que ver la película que yo estoy viendo con la que ellos ven? ¿Cómo establecer relación entre la apasionada atención de los demás espectadores y nuestro distanciado aburrimiento? En última instancia, ¿qué veían ellos que yo no podía/sabía ver? Y entonces, una de dos: me dedicaba a proclamar no solo la alienación sino el retraso mental irremediable de aquella pobre gente. Debía decidir ¿A quién y para qué servían mis acuciosos análisis semióticos, mis lecturas ideológicas? A esa gente no, desde luego. Y ello porque esas lecturas estaban escritas en un idioma que no podían entender, sino sobre todo porque la película que ellos veían no se parecía en nada a la que yo estaba viendo. Y si todo mi pomposo trabajo desalienante y ‘concientizador’ no le iba a servir a la gente del común, a esa que padecía la opresión y la alienación, ¿Para quién estaba yo trabajando?
” Ese escalofrío visual permitió a MartínBarbero comprender que la mirada aristocrática, de alta cultura y el mal de ojo de los intelectuales, impedía comprender y menos acercarse a lo que había detrás de toda esa subjetividad, gozo y sencillez conque los sectores populares disfrutan de los discursos mediáticos.
Llegó a la conclusión de que existe una mediación cultural, ritual o tecnológica, la que permite construir sentido desde el lugar que ocupan las audiencias. Lo fuerte y resistente de su concepto amplió el margen comunicacional en múltiples sentidos: lo popular y lo masivo, la emergencia de nuevas identidades y sensibilidades, las culturas en su diversidad y su historia, la ciudad, los medios y los miedos.
Toda esa densa arquitectura conceptual le significó al “cartógrafo mestizo”, como también lo conocían en el ambiente académico, situar a la cultura con los procesos de comunicación, constituyéndose en el punto de partida de toda su obra. Un mirar hacia atrás, es decir, investigar y avanzar recuperando la memoria de los pueblos, retrocediendo en el tiempo para, de este modo, determinar la afirmación y negación del pueblo como sujeto activo y sensible, protagonista en los distintos estadios de la historia. Una fórmula para avanzar al futuro, mirando al pasado.
Estos dispositivos permanecen en las matrices culturales de todos los pueblos, en las resistencias milenarias, en las negociaciones de significado y la construcción de sentido y la resignificación de los contenidos que emiten, no solo los medios de comunicación, sino los discursos hegemónicos.
Las preguntas que el tiempo exige y su investigación surgen del pueblo y la vida cotidiana, de los usos que hace la gente de la tecnología y nosotros nos preguntamos: ¿hasta qué punto la teoría desarrollada por Martín-Barbero es resistente a la nueva era que estamos viviendo?, ¿de qué forma la teoría de las mediaciones puede dar cuenta, cuando al parecer el discurso único y hegemónico del mercado se ha naturalizado en las interacciones con la tecnología, las redes sociales, las Fake News y la videopolítica?
Fuente: Sandro Velarde en La Razón
No hay comentarios:
Publicar un comentario