De tan cierta y repetida, una frase se convirtió en meme: “Si usted piensa que el arte no es vital, imagínese pasar su cuarentena sin películas, libros ni música”. Y otra muestra de esa relevancia fundamental nos la dio El Papirri, nombre popular del cantautor paceño Manuel Monroy Chazarreta, quien el jueves nos regaló una guitarreada desde su casa y sitio de Facebook, una que ya tiene más de 18 mil visualizaciones de sus seguidores en el mundo.
Como gran antídoto para cualquier mal del alma, el artista derrochó casi una hora de las más conocidas canciones de su casi medio siglo de trayectoria y docena de discos grabados, rindiendo homenaje a las mujeres, a los campesinos y a su The Strongest querido, sin que haya faltado crítica a los poderosos y, por supuesto, su tan contagioso humor. Todo con voz, guitarra, celular “k’esti” y una amorosa compañera en el control de la transmisión.
En medio de aplausos imaginarios aunque notorios en la red, El Papirri inició su recital como la mayoría de ellos en vivo, con la tan sonora “Zamba geisha”, a la que siguieron las siempre frescas “Sacudite”, “Maribel”, “Alasita”, “Bien le cascaremos”, “Qué tal metal” y, por supuesto, ese hilarante himno recopilatorio del habla boliviana, “Metafísica popular”, tan pertinente para reírnos de nosotros mismos.
Y, entre las nuevas “metafísicas”, algunas que son tan síntomas de este extraño tiempo: “El futuro ya no es como antes”, “Cerrá la boca y comé”, “Si sale oscuro, clarito va a ser”, “Ese discurso está lleno de vacíos”, “-¿Y si sale positivo? –A ver, no seas negativo”, “Tanta calma me está estresando” y “Quédate en casa para salir de esto”. “Quédate en casa” se llama precisamente la más reciente obra de El Papirri y, como todas, transmite esperanza y revalorización de la solidaridad y la cotidianidad como fórmula para la vida misma.
Esa pieza cerró la presentación en la que el cantautor expresó asimismo preocupación por sus colegas, muchos de los cuales viven al día. En efecto, los músicos son parte del amplio sector cultural que, ya duramente golpeado por la crisis social de octubre y noviembre, vive en el desamparo e incertidumbre. En Cochabamba, sin ir lejos, se sabe de la situación muy precaria y al borde de la indigencia de varios creadores que con su trabajo aportaron justamente a que hoy no la pasemos tan mal.
Ya lo dijimos hace una semana al comentar otro recital desde casa: cuánta legitimidad ganaría el solo represivo régimen que padecemos en el Gobierno si, por ejemplo, el Estado compraría derechos de las obras de nuestros artistas para difusión masiva en medios públicos. De esa manera, por otro lado contribuirían a que muchos compatriotas se acerquen más al trabajo de quienes en verdad constituyen imaginario de país.
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