Vi a la Rata después de mucho y fue
inevitable recordar que el junte, después de años de separación, fue en
Bolivia (Santa Cruz) hace más de una década y que también estuvimos ahí
apoyando al metal latinoamericano y en posteriores conciertos que dieron
en nuestra tierra. En esta oportunidad la banda se presentó muy sólida
con un ataque en primera línea conformado por: Guillermo, austero y
preciso; Adrián cantando impecable y Walter prolijo. La bata de Fernando
una descarga brutal y el teclado de Danilo haciendo lo suficiente. Un
repertorio con propuestas actuales y los clásicos arrolladores de
siempre. No faltaron quienes, en filas, comentaban el paso de Bistolfi
por Bolivia hace apenas unos días reconociendo a un histórico integrante
de la banda.
Lo feíto: la organización que abrió puertas a las 11,
vendió entradas por sectores “lounge” con mesas de kermesse, zonas vip y
general. A los cumpas que pagaron lounge los mezclaron con VIP y
general tras los barrotes. Y claro no le devolvieron la plata a los
lounge por la invasión. Son pelotudeces que pasan cuando se segrega con
fin mercantil. En un reciento pequeño como la cachita de futsal del Don
Bosco, debiera haber única entrada y sin dramas capitalistas. A
propósito del recinto, la acústica un desastre. Esa cosa está para el
deporte y nada más, rebotada hasta el sonido del flash de las cámaras.
Duro trabajo para PCM. Luces, una lágrima, si bien había buen equipo no
atinaron en iluminar a los músicos y la cosa empeoró con poderosas led
que pusieron de fondo de escenario y a baja altura provocando constante
contraluz (dura batalla para los fotógrafos).
Walter tuvo problemas
con su viola en varias oportunidades y casi casi no llega al solo de “La
llave de la Puerta Secreta”, lo vimos sufrir con su técnico en pleno
escenario, incluso pararon buen rato después del tema, pero no dejaron
de presentarse ocasionales cortes al retorno. Lo bueno es que la gente
comprende estás cosas y brindó apoyo a la Rata durante el “break”
animando su retorno a escenario. Aunque todos esperaban “Preludio
obsesivo”, Giardino, se mandó un solo novedoso y cacho distante a su
evidente admiración por Blackmore o Malmsteen, terminó con una versión
instrumental del clásico de Leonard Cohen que puso a la rockería cochala
a corear “Aleluya”, cosa que quedó medio rara, pero en fin con cosas
que pasan.
La música, cañón, las ratas hacen bien su trabajo,
proponen historias entretenidas y, evitando siempre la controversia
política, presentaron temas que se acomodan a la realidad de cualquier
mortal con canciones que abrigan discursos políticamente correctos.
Quizás esta sea la clave del éxito de la única banda latinoamericana de
heavy metal que es parte del mainstream, que bien aprovecha FM ROCK,
empresa organizadora del evento. Lo mejor de todo, encontrar a los
amigos y generaciones unidas por el rock and roll. Lo especial, asistir a
la escena con la nueva generación heredando el gusto por la
música más poderosa del sistema solar.
La poderosa respuesta
cochabambina, sin duda, se constituye aliciente para las organizadoras
de eventos que pueden apostar por generar un circuito de difusión de
bandas internacionales. Lástima que tanto empeño y respaldo, metalero y
económico, aún no se dé para la escena local lo que abre mis sospechas
de que estamos “sigue” reproduciendo en nuestras prácticas el
pensamiento colonial. Será que seguimos pensando que ¿sólo lo extranjero
es mejor? No hubo banda soporte nacional, un amigo músico de una banda
me comentó que la organización cobra por este favor a la escena
nacional, cosa que habría pasado en eventos anteriores, pero no pude
constatar con el organizador que seguro andaba en sus afanes. Bien
recuerdo que Barilari en ocasión anterior declaró “para nosotros tener
bandas locales arriba del escenario nos hace sentir respaldados” en
referencia a la presentación de Sacrilegio y Billy Castillo Group en
ocasión del rencuentro de Rata Blanca en suelo boliviano.
La
anécdota, el policía que me metió mano hasta dentro de las botas
buscando armas blancas o de cualquier otro color, me dijo muy
entretenido en la tarea: “es para que no se maten entre ustedes”, a lo
que le contesté también animado: “y cuántos metaleros has visto en la
cárcel”. En fin, termino esta breve reseña compartiendo algo que para mí
en lo personal fue lo más cañón de la noche y es que no hubo nada más
alucinante que corear junto a mi hija: “no seré uno más, rock and roll,
vos me diste libertad”.
Salud… lml
Ernesto Guevara Quiroz